Nuestros latidos dictan el tic-tac del tiempo.
Marcan los instantes.
Señalan los momentos en los que el tiempo es lo menos importante. Lo más insignificante.
Cuando en un simple gesto me das todo lo que necesito y, posiblemente más de lo que me merezco.
En muy poco tiempo he(mos) creado un universo propio.
Donde no existe el espacio, ni el tiempo.
Ni las 9 de la noche.
Ni el número 63.
Ni los domingos por la tarde, ni los lunes por la mañana, los martes a medio día, los miércoles a las 6, los jueves cuando anochece.
Donde no existe el miedo a perderte, ni las preguntas que no tienen ningún sentido.
Donde existen los relojes que se paran. El amor incondicional. Las ganas de verte, pudiendo hacerlo. Las explosiones de amor.
Donde para respirar hace falta abrazarse. Sentirse.
Dentro de un tiempo nuestro universo, será tan grande, que no habrá suficiente cielo para guardarlo.
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